lunes, 16 de agosto de 2010

Comunión en las dos especies

"La comunión tiene una expresión más plena, por razón del signo, cuando se hace bajo las dos especies" (Misal Romano). La Iglesia en Occidente reduce este uso a ocasiones señaladas (Eucharisticum Mysterium 32), mientras que en Oriente es la forma habitual.

El Concilio de Constanza, en 1415, refiere que al principio la comunión se hacía en ambas especies, pero que la costumbre de dar sólo el Pan Eucarístico en la comunión a los laicos fue establecida por la Iglesia y los Santos Padres, para evitar "algunos peligros y escándalos" (por razones prácticas dada la vulnerabilidad del Vino Sacramentado). Los protestantes atacaron esta práctica y norma como injusta, y el Concilio Tridentino tuvo que salir al paso de estos errores. El Concilio Vaticano II, manteniendo la misma doctrina que Trento, permite -el Misal Romano incluso lo recomienda- el uso de las dos especies en situaciones especiales con el debido cuidado, por tratarse de un signo más pleno.

Dice el Misal Romano en su pto. 14:

"14. Movido por el mismo espíritu y por el mismo interés pastoral del Tridentino, el Concilio Vaticano II pudo abordar desde un punto de vista distinto lo establecido por aquél acerca de la comunión bajo las dos especies. Al no haber hoy quien ponga en duda los principios doctrinales del valor pleno de la comunión eucarística recibida bajo la sola especie de pan, permitió en algunos casos la comunión bajo ambas especies, a saber, siempre que por esta más clara manifestación del signo sacramental los fieles tengan ocasión de captar mejor el misterio en el que participan". Se cita aquí "Sacrosantum Concilium nº55 (CV II), que dice:

"55. [...]Manteniendo firmes los principios dogmáticos declarados por el Concilio de Trento, la comunión bajo ambas especies puede concederse en los casos que la Sede Apostólica determine, tanto a los clérigos y religiosos como a los laicos, a juicio de los Obispos, como, por ejemplo, a los ordenados, en la Misa de su sagrada ordenación; a los profesos, en la Misa de su profesión religiosa; a los neófitos, en la Misa que sigue al bautismo.

No parece una mera permisividad, sino la recomendación justificada de un acto bueno en sí:

"85. Es muy de desear que los fieles, como está obligado a hacerlo también el mismo sacerdote, reciban el Cuerpo del Señor de las hostias consagradas en esa misma Misa, y en los casos previstos (cfr. n. 283), participen del cáliz, para que aún por los signos aparezca mejor que la Comunión es una participación en el sacrificio que entonces mismo se está celebrando".


Más adelante, el Misal Romano habla sobre la Comunión bajo las dos especies y la forma en que debe hacerse:

"Comunión bajo las dos especies
La sagrada Comunión tiene una expresión más plena por razón del signo cuando se hace bajo las dos especies. En esa forma es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete eucarístico, y se expresa más claramente la voluntad divina con que se ratifica en la Sangre del Señor la Alianza nueva y eterna, y se ve mejor la relación entre el banquete eucarístico y el banquete escatológico en el reino del Padre.'"
Procuren los sagrados pastores recordar a los fieles que participan en el rito o intervienen en él, y del modo mejor posible, la doctrina católica sobre esta forma de la sagrada Comunión, según el Concilio Ecuménico de Trento. Adviertan, en primer lugar, a los fieles como la fe católica enseña que, aun bajo una cualquiera de las dos especies, está Cristo entero, y que se recibe un verdadero Sacramento, y que, por consiguiente, en lo que respecta a los frutos de la Comunión, no se priva de ninguna de las gracias necesarias para la salvación al que sólo recibe una especie.'"
Enseñen, además, que la Iglesia tiene poder, en lo que corresponde a la administración de los Sacramentos, de determinar o cambiar, dejando siempre intacta su sustancia, lo que considera más oportuno para ayudar a los fieles en su veneración y en la utilidad de quien los recibe, según la variedad de circunstancias, tiempos y lugares.107 Y adviértaseles al mismo tiempo que se interesen en participar con el mayor empeño en el sagrado rito, en la forma en que más plenamente brilla el signo del banquete eucarístico.
Se permite la Comunión bajo las dos especies, además de los casos expuestos en los libros rituales:

A los sacerdotes que no pueden celebrar o concelebrar la Eucaristía;
Al diácono y a los demás que cumplen algún oficio en la Misa;
A los miembros de las comunidades en la Misa conventual o en aquella que se llama "de comunidad", a los alumnos de los seminarios, a todos los que se hallan realizando ejercicios espirituales o participan en alguna reunión espiritual o pastoral [por cierto, siguiendo esta opción litúrgica, recuerdo que el P. Alejandro nos distribuyó la comunión bajo las dos especies en la reunión final de los Ejercicios Esprirituales].

El Obispo diocesano puede establecer normas para su diócesis sobre la Comunión bajo las dos especies, que habrán de observarse también en las iglesias de religiosos y en las pequeñas comunidades. Se concede al mismo Obispo la facultad de permitir la Comunión bajo las dos especies cada vez que al sacerdote, a quien se le ha confiado una comunidad como su pastor propio, le parezca oportuno, siempre que los fieles hayan sido bien instruidos y se excluya todo peligro de profanación del Sacramento, o de que el rito resulte más complejo debido al número elevado de los participantes u otra causa.

Las Conferencias de los Obispos pueden dictar normas, con el reconocimiento de la Sede Apostólica, sobre el modo de distribuir la Comunión a los fieles bajo las dos especies y sobre la extensión de la facultad.

284. Cuando se distribuye la Comunión bajo las dos especies:
El diácono ayuda, de ordinario, con el cáliz, o, en caso de no haber un diácono, ayuda un presbítero; también puede ayudar el acólito instituido u otro ministro extraordinario de la sagrada Comunión; o un fiel a quien, en caso de necesidad, se le encomienda ese oficio para esa determinada ocasión.
Lo que pueda quedar de la Sangre de Cristo lo sume el sacerdote en el altar, o el diácono, o el acólito instituido que ha asistido con el cáliz, y luego purifica los vasos sagrados, los seca y los recoja como de costumbre. A los fieles que tal vez desean comulgar sólo con la especie de pan, se les administra la sagrada Comunión de esa forma.

285. Para distribuir la Comunión bajo las dos especies, prepárese:
Si la Comunión del cáliz se va a hacer bebiendo directamente del cáliz, o bien uno de tamaño suficiente, o varios, previendo siempre que no quede una excesiva cantidad de Sangre de Cristo que haya de tomarse al final de la celebración.
Si se hace por intinción, téngase cuidado de que las hostias no sean ni demasiado delgadas ni demasiado pequeñas, sino un poco más gruesas de lo acostumbrado, para que se puedan distribuir fácilmente cuando se han mojado parcialmente en la Sangre del Señor.

286. Si la Comunión del Sanguis se hace bebiendo del cáliz, el que comulga, después de recibir el Cuerpo de Cristo, se sitúa de pie frente al ministro del cáliz. El ministro dice: La Sangre de Cristo y el que va a comulgar responde: Amén. El ministro le da el cáliz y el que va a comulgar lo lleva con sus manos a los labios, sume un poco del cáliz, se lo devuelve al ministro, y se retira: el ministro limpia con el purificador el borde del cáliz.

287. Si la Comunión del cáliz se hace por intinción, el que va a comulgar, sujetando la bandeja debajo de la barbilla, accede al sacerdote que sostiene el copón o patena con las sagradas partículas y a cuyo lado permanece un ministro que sostiene el cáliz. El sacerdote toma la sagrada hostia, la moja parcialmente en el cáliz y mostrándola dice: El Cuerpo y la Sangre de Cristo; el que va a comulgar responde: Amén, recibe en la boca el Sacramento de manos del sacerdote y después se retira".

¿A qué se refiere la prevención del Concilio de Trento (s XVI)? Se refiere a la doctrina que tuvo que hacer frente a los errores protestantes, que inquietaban a los fieles diciendo que la Iglesia había escatimado injustamente la comunión bajo las dos especies a los laicos, contra la voluntad de Cristo, e incluso que la recepción en una sola especie era inválida. Ante estos graves errores que circulaban, Trento establece la siguiente doctrina y cánones:

Cap. II.- De la potestad de la Iglesia para dispensar el sacramento de la Eucaristía.

Declara además, que en la administración de los Sacramentos ha tenido siempre la Iglesia potestad para establecer o mudar, salva siempre la esencia de ellos, cuanto ha juzgado ser más conducente, según las circunstancias de las cosas, tiempos y lugares, a la utilidad de los que reciben los Sacramentos o a la veneración de estos. Esto mismo es lo que parece insinuó claramente el Apóstol san Pablo cuando dice: Débesenos reputar como ministros de Cristo, y dispensadores de los misterios de Dios. Y bastantemente consta que el mismo Apóstol hizo uso de esta potestad, así respecto de otros muchos puntos, como de este mismo Sacramento; Pues dice, habiendo arreglado algunas cosas acerca de su uso: Cuando llegue, daré orden en lo demás. Por tanto, reconociendo la santa madre Iglesia esta autoridad que tiene en la administración de los Sacramentos; no obstante haber sido frecuente desde los principios de la religión cristiana el uso de comulgar en las dos especies; viendo empero mudada ya en muchísimas partes con el tiempo aquella costumbre, ha aprobado, movida de graves y justas causas, la de comulgar bajo una sola especie, decretando que esta se observase como ley; la misma que no es permitido reprobar, ni mudar arbitrariamente sin la autoridad de la misma Iglesia.

Cap. III.- Que se recibe Cristo todo entero, y un verdadero Sacramento en cualquiera de las dos especies.

Declara el santo Concilio después de esto, que aunque nuestro Redentor, como se ha dicho antes, instituyó en la última cena este Sacramento en las dos especies, y lo dio a sus Apóstoles; se debe confesar no obstante, que también se recibe en cada una sola de las especies a Cristo todo entero, y un verdadero Sacramento; y que en consecuencia las personas que reciben una sola especie, no quedan defraudadas respecto del fruto de ninguna gracia necesaria para conseguir la salvación".

CÁNONES

"Can. I. Si alguno dijere, que todos y cada uno de los fieles cristianos están obligados por precepto divino, o de necesidad para conseguir la salvación, a recibir una y otra especie del santísimo sacramento de la Eucaristía; sea excomulgado.

Can. II. Si alguno dijere, que no tuvo la santa Iglesia católica causas ni razones justas para dar la comunión sólo en la especie de pan a los legos, así como a los clérigos que no celebran; o que erró en esto; sea excomulgado.

Can. III. Si alguno negare, que Cristo, fuente y autor de todas las gracias, se recibe todo entero bajo la sola especie de pan, dando por razón, como falsamente afirman algunos, que no se recibe, según lo estableció el mismo Jesucristo, en las dos especies; sea excomulgado.

Can. IV. Si alguno dijere, que es necesaria la comunión de la Eucaristía a los niños antes que lleguen al uso de la razón; sea excomulgado.

El mismo santo Concilio reserva para otro tiempo, y será cuando se le presente la primera ocasión, el examen y definición de los dos artículos ya propuestos, pero que aún no se han ventilado; es a saber: Si las razones que indujeron a la santa Iglesia católica a dar la comunión en una sola especie a lo legos, así como a los sacerdotes que no celebran, deben de tal modo subsistir, que por motivo ninguno se permita a nadie el uso del cáliz; y también: Si en caso de que parezca deberse conceder a alguna nación o reino el uso del cáliz por razones prudentes, y conformes a la caridad cristiana, se le haya de conceder bajo algunas condiciones, y cuáles sean estas".


Finalmente, resulta muy clarificador el texto del Decreto "Cum in nonnulis", aprobado por el Concilio de Constanza en 1415 y confirmado por el Papa Martín V en 1425 (Denzinger 1199):

"Y como se introdujo razonablemente, para evitar algunos peligros  y escándalos, la costumbre de que, si bien en la primitiva Iglesia este sacramento era recibido por los fieles bajo las dos especies; sin embargo, luego se recibió sólo por los consagrantes bajos las dos especies, y por los laicos sólo bajo la especie de pan, como quiera que ha de creerse firmísimamente y en modo alguno ha de dudarse que lo mismo bajo la especie de pan que bajo la especie de vino se contiene verdaderamente el cuerpo entero y la sangre de Cristo. Puesto que esta costumbre fue establecida razonablemente por la Iglesia y por los santos Padres y fue observada desde hace mucho tiempo, debe ser considerada como una ley que no se puede reprobar o cambiar a gusto sin la autoridad de la Iglesia".

24 comentarios:

  1. Lo que quise expresar, sin duda torpemente, al hablar de sensorialidad del vino, era que la presencia verdadera de la Sangre del Señor no podemos captarla mejor o peor gracias a la percepción sensible del vino.

    Los sentidos son falaces, en este tema, pues la Sangre del Señor está oculta bajo la especie de vino y no se puede captar sensorialmente, sólo y exclusivamente por fe.

    Tal vez me equivoque, y si es así rectificaré al momento, pero creo que lo que podemos captar mejor con la expresión más plena del signo (las dos especies) es el sacrificio de Cristo, el caracter sacrifical de la Misa, pues la consagración del pan y del vino representa la muerte sacrifical del Señor, y al comulgar bajo las dos especies comprendemos mejor que la Eucaristía es un sacrificio. Creo que es así. Si me equivoco, cambiaré la opinión al momento, por supuesto.

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  2. En lo que veo estaba equivocado es en que la iglesia no recomienda la comunión bajo las dos especies en casos especiales como los citados. Parece que lo hace por una pedagogía muy acertada, que es que los fieles capten mejor que al comulgar están participando del Sacrificio que se ha realizado. Esto es muy importante, desde luego, porque hoy en día poca gente sabe que la Misa es el Sacrificio Incruento de Cristo, y que la comunión es una partipación de él.

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  3. A mí me parece que la forma del vino nos ayuda a contemplar la Sangre de Cristo que se oculta bajo su apariencia. En este caso, la forma es signo de substancia, y ayuda. Jesús podría haberlo hecho al revés, y convertir el pan en su Sangre y el vino en su Cuerpo. Si se hizo de la otra forma es porque precisamente la forma es un signo de la substancia, y cómo no, la forma del vino, que es líquido, nos ayuda a asociarlo sensiblemente a la Sangre de Cristo, esa sangre que se derramó sobre la cruz en pago por nuestros pecados.

    Me llama la atención la comunión que hacen los ortodoxos o la que hacemos nosotros en las dos especies, por "intinción". Al reunirse el Cuerpo y la Sangre de Cristo y recibirlo así, como esa unión es símbolo de la Resurrección, parece un signo más adecuado para señalar que recibimos a Jesús muerto y resucitado.

    Hay otro signo asociados a las dos especies eucarísticas que es su propia naturaleza y origen. Tanto el pan como el vino son producto del trigo y de la uva "molidos", y eso es un signo precioso del Sacrificio de Cristo, que fue "molido por nuestros pecados", según la profecía de Isaías.

    Y finalmente, hay otro signo que me parece precioso y nos habla de nuestra propia participación en la redención con Cristo, de nuestro sacerdocio común. No sólo es un signo, sino que se manifiesta como tal verbalmente en la Misa. Es éste: el pan y el vino que se van a consagrar son fruto del trabajo del hombre, son como esos cinco panes y dos peces que el hombre presenta a Dios. Son bienes -por así decirlo- despreciables, pero no despreciados por Dios, que les da valor al incorporarlos a su propio Sacrificio. Por eso, cuando el sacerdote profiere las palabras "por Cristo, con Él y en Él, a Ti Dios Padre Omnipotente, en la Unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos", con Cristo nos está elevando a todos nosotros. Participamos así en nuestra propia redención y en la de todo el Cuerpo Místico. En Cristo crucificado, nuestros pecados son redimidos, pero también sucede que nuestras buenas obras cobran valor. Por eso dice Cristo: "quien quiera venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame". Aquí, en la Misa, es donde ese seguimiento se concreta, donde nuestra cruz se hace una con la Cruz de Cristo.

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  4. Si me oyeran los protestantes y algunos católicos me echarían a los perros por decir esto, me dirían que soy un pelagiano o peor, que doy valor redentor a la obra humana. Y me recordarían que la salvación es por la fe. Y sí, es cierto, la salvación es por la fe, pero la fe que salva no es la mera creencia ni asentimiento, sino la fe que obra por la caridad en cuanto se le presenta ocasión. Esa obra no es mera consecuencia de la "fe"=creencia, sino que forma parte de la fe viva, la fe que nos salva. Dicho en "román paladino": por mucho que crea, si cuando llega la ocasión mis obras son malas, si ni siquiera doy el fruto del arrepentimiento, eso no me salva. Y eso no es ser pelagiano, sino católico. Porque nuestras obras son asentimiento a la gracia, movido a su vez por la gracia: "¡todo es gracia!"

    Nuestro sacerdocio común consiste en que, lo mismo que Cristo es sacerdote que se inmola a Sí mismo, nosotros nos autoinmolamos con Cristo, y en Él, nuestro sacrificio, "despreciable" pero no despreciado por Dios, cobra auténtico valor que coopera en la Redención, en la nuestra y en la de todos.

    Sé que esto a algunos puede sonarles hasta herético, pero es el corazón de la doctrina católica, nuestra verdadera participación en la Misa. Y lo podemos ver claramente reflejado en el Catecismo y en toda la Escritura si nos damos cuenta:

    Col 1,24: "Completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia".

    Ojo, no estamos diciendo que falta nada a la Pasión de Cristo, Sacrificio Único y Sobreabundante. Pero Dios ha querido contar con nuetsra participación en su sacrificio, de modo que en el sacerdocio de Cristo, nuestro propio sacerdocio halla valor; en el Sacrificio Único de Cristo, nuestro sacrificio en Él es valorado. Y a la vez, nosotros ni siquiera tendríamos sacrificio que ofrecerle si Él mismo no nos lo hubiera dado.

    Dice la doctrina de la Iglesia:

    "1368 La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con él, ella se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo, presente sobre el altar, da a todas alas generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda". (Catecismo, 1368)

    Y también, cuando se habla de la salvación, que ciertamente es por la fe (pero fe que obra por la caridad, en 2005-2006 del Catecismo):

    «Manifiestas tu gloria en la asamblea de los santos, y, al coronar sus méritos, coronas tu propia obra» (Prefacio de los Santos I, Misal Romano; cf. "Doctor de la gracia" San Agustín, Enarratio in Psalmum, 102, 7).

    Perdonadme si en algo me equivoco, explico mal o no interpreto bien la enseñanza de la Iglesia. Si es así, será por ignorancia.

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  5. Retomando el tema, creo que no me he pasado, creo que incluso me he quedado corto. Porque, efectivamente, esta participación en el sacrificio de Cristo es una participación en su obra redentora. Dice el Catecismo:

    Nuestra participación en el sacrificio de Cristo


    618 La Cruz es el único sacrificio de Cristo "único mediador entre Dios y los hombres" (1 Tm 2, 5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, "se ha unido en cierto modo con todo hombre" (GS 22, 2), él "ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida, se asocien a este misterio pascual" (GS 22, 5). El llama a sus discípulos a "tomar su cruz y a seguirle" (Mt 16, 24) porque él "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas" (1 P 2, 21). El quiere en efecto asociar a su sacrificio redentor a aquéllos mismos que son sus primeros beneficiarios(cf. Mc 10, 39; Jn 21, 18-19; Col 1, 24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al misterio de su sufrimiento redentor (cf. Lc 2, 35):

    Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo

    (Sta. Rosa de Lima, vida)

    ---

    Habla aquí de la corredención de la Virgen. Pero esa participación, aunque en un grado menor, la tenemos todos los fieles. Nuestras obras, que por sí solas no son meritorias, adquieren un verdadero mérito por la misericordia de Dios, al unirse al Sacrificio Único y sobreabundante de Cristo en la Cruz, en el Altar.

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  6. Comprendo ahora en qué sentido hablas de contemplar la Sangre. Cuando dices contemplar la Sangre lo haces creo que en el sentido con que decimos que hacemos oración de contemplación.

    Es decir, utilizamos signos sensibles para imaginar más realmente las cosas, para representárnoslas en la mente, como se hace por ejemplo en la oración de los ejercicios espirituales. Con esto estoy de acuerdo.

    Sin embargo, esto, que es bueno y provechoso sin duda, no es una verdadera contemplación directa o real de la Sangre de Cristo y de Cristo mismo, oculto bajo la apariencia de vino. La Sangre Verdadera no la podemos gustar, ni tocar, ni ver. Gustamos, tocamos y vemos vino, a través del cual nos imaginamos espiritualmente o representamos la Sangre y a Cristo entero, pero la Sangre como tal no la percibimos.

    Sabemos que es sangre sólo por la autoridad de Dios, que nos dice que es Sangre, pero nuestros sentidos, objetivamente hablando, no nos dicen nada en absoluto acerca de que es Sangre. De hecho, los sentidos nos impiden hallar, ver a Cristo, su Sangre preciosísima, en el vino; son demasiado limitados, forma parte de la limitación de nuestra vida terrena.

    Sabemos con absoluta certeza que es Sangre, y Cristo entero, porque lo dice Dios, y este es conocimiento seguro, por su Autoridad absoluta, y lo creemos por fe, no por los sentidos, que no pueden confirmar objetivamente esto de ninguna manera.

    Respecto a lo que dices a continuación acerca de Colonses 1, 24, creo que es un descubrimiento muy imnportante, imnportantísimo, de la doctrina cristiana de la cooperación, corredención con Cristo; este pasaje es fundamental, y las consecuencias que sacas de él son todas ciertas, y tienen una importancia enorme en la vida cristiana, es más, son la esencia misma de nuestra santificación y el sentido único de nuestra existencia: padecer lo que falta a nuestro Señor, que lo que tenemos que padecer cada uno de nosotros.

    Dices "Nuestras obras, que por sí solas no son meritorias, adquieren un verdadero mérito por la misericordia de Dios, al unirse al Sacrificio Único y sobreabundante de Cristo en la Cruz, en el Altar". Es muy profundo esto, todo el comentario que haces acerca de esto es muy profundo y lo comparto enteramente.

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  7. Sí, en ese sentido hablo de contemplar la Sangre. Claro, no es ver la Sangre, sino que el Espíritu Santo nos ayuda a contemplarla espiritualmente, de forma que nos conmueve esa Sangre derramada por nosotros. El signo (forma) ayuda un poco, unos signos ayudan más y otros menos, lo mismo que una imagen del Corazón de Jesús ayuda a contemplar interiormente a Jesús misericordioso. Esa contemplación utiliza las percepciones de nuestros sentidos y nuestra imaginación y los ordena con ayuda de la gracia para formar una imagen espiritual, que en alguna forma es real, lo mismo que, siguiendo la teología oriental sobre los iconos, Cristo se hace presente en sus imágenes y nos escucha desde ellas. Cristo, que se hace presente en esa representación de madera pintada, también se hace presente, de alguna forma, en esa imagen espiritual que forma nuestra imaginación con su gracia.

    Lo de nuestra asociación en la Redención y el sacerdocio común es algo central del misterio de nuestra fe, es una doctrina maravillosa. Forma parte de nuestro renacimiento trinitario en el Bautismo: reyes por ser hijos de Dios, con dominio, poder y señorío sobre la Creación y sobre nuestra voluntad; sacerdotes por nuestra inmolación con Cristo, el Verbo encarnado; profetas por la acción del Espíritu Santo.

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  8. Es muy clara esta enseñanza que voy a poner ahora: se trata de un fragmento de la homilía pronunciada en Julio de 2008 por Benedicto XVI en la dedicación de un nuevo Altar en la Catedral de Sydney:

    "Nos disponemos a celebrar la dedicación del nuevo altar de esta venerable catedral. Como nos recuerda de forma elocuente el frontal esculpido, todo altar es símbolo de Jesucristo, presente en su Iglesia como sacerdote, víctima y altar (cf. Prefacio pascual V). Crucificado, sepultado y resucitado de entre los muertos, devuelto a la vida en el Espíritu y sentado a la derecha del Padre, Cristo ha sido constituido nuestro Sumo Sacerdote, que intercede por nosotros eternamente. En la liturgia de la Iglesia, y sobre todo en el sacrificio de la Misa ofrecido en los altares del mundo, Él nos invita, como miembros de su Cuerpo Místico, a compartir su auto-oblación. Él nos llama, como pueblo sacerdotal de la nueva y eterna Alianza, a ofrecer en unión con Él nuestros sacrificios cotidianos para la salvación del mundo".

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    ..."nuestros sacrificios cotidianos... ¡para la salvación del mundo!"... en unión con Cristo, con su Sacrificio Único, del que toman valor los nuestros, pero valor auténtico y eficaz.

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  9. En el fondo, todo esto forma también parte de la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, de la que nosotros somos miembros.

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  10. Es una doctrina maravillosa, desde luego, que da sentido a nuestros trabajos, a nuestras obras, a todo.

    Respecto a la comunión bajo las dos especies. Es verdad que la Iglesia la redujo a una sola especie por razones prácticas, como bien dices, y sobre todo creo que por reverencia piadosa, por temor y temblor, porque se sufría mucho con la posibilidad de que la Sangre se derramara, se salpicase, se profanase...

    "Sufrimos con ansiedad si cae algo de nuestro cáliz al suelo, o de nuestro pan", dice Tertuliano.

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  11. Ahora recuerdo la escena sublime de María recogiendo con unos paños la Sangre de Nuestro Señor del suelo donde fue flagelado su Hijo, en la película La Pasión.

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  12. Es una frase preciosa la de Tertuliano, no la conocía; es testimonio de que ya en el siglo III se había adquirido una gran conciencia del cuidado debido a la Eucaristía, al Cuerpo y la Sangre de Cristo. Además, creo que no es casualidad que hayas tomado como referencia a María en la película de La Pasión, ejemplificando la reverencia a la Sangre de su Hijo. Cristo instituyó la Eucaristía en las dos especies, y -permitidme la licencia de interpretar quizá a la ligera, pero de forma acorde a la doctrina, siguiendo lo que dijo nuestra amiga en la charla que tuvimos- parece que por Él se habría conformado con que se derramaran algunas gotas de su Sangre en todas las comuniones del mundo, lo mismo que es inevitable que caigan alguna vez algunas partículas de su Cuerpo. Por eso me parece que ese cuidado "adicional", casi-"excesivo" de la Iglesia por la Sangre de Cristo tiene que ver con un cuidado maternal. Seguro que Dios, viéndose "corregido", ante nuestras réplicas nos diría: "si lo ha dicho tu Madre, por algo será". Precisamente eso es lo que dice el Concilio de Trento: si la Iglesia antigua fue acogiendo esa restricción, seguro que fue por causas justas. Y si ahora, en condiciones un poco distintas, estableciendo unas normas y cuidados, nos permite y hasta recomienda en determinados casos comulgar con las dos especies, pues estupendo. Creo que está muy bien anhelar piadosamente la dos especies como signo -no como necesidad real-, y también está muy bien -y es lo que hay que hacer-, confiar en la Iglesia y estar tranquilos con las normas que nos va poniendo. Como hijos de la Iglesia, tampoco me parece mal pedir lo que anhelamos, tranquilamente, sabiendo que nuestra Madre nos da siempre lo que necesitamos.

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  13. Hablando ya en particular, a mí me gustaría comulgar en las dos especies si no hubiera esas dificultades prácticas. Como las hay, me conformo tranquilamente y me quedo más conforme haciendo lo que nos va diciendo la Iglesia. En cualquier caso, prefiero comulgar sólo con la especie del Pan Eucarístico cuando no estoy seguro de que la Iglesia quiera y recomiende la dos especies. De todas formas, la verdad, no es algo que me preocupe ni mucho ni poco, aunque entiendo que haya otras sensibilidades.

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  14. He estado meditando sobre los Ágapes y sobre nuestra Asociación en general, ante las cosas y pruebas que nos van sucediendo. Creo que hay algo que deberíamos poner sobre la mesa, porque es importante valorarlo, y es un gran bien que tenemos, y que si lo aprovechamos, puede ayudarnos a avanzar mucho. Me explicaré:

    Ese gran bien que tenemos es que, aunque hayan surgido y vayan surgiendo disensiones mucho mayores que ésta, incluso algunas aparentemente importantes, creo que todos los que ya estábamos en la Asociación y los que os incorporásteis en la primera reunión de Junio a esta segunda etapa de la misma, queremos conocer y seguir la doctrina auténtica y completa de la Iglesia, porque sabemos que en ella está la verdad, y que apartarnos de ella es equivocarnos. Esto es importantísimo, esa voluntad de fidelidad y amor a la Iglesia es más importante aún que estar acertados en todo. Y aunque surjan dificultades de interpretación y disensiones sobre la propia doctrina, que surgirán, porque experimentamos la caída, la confusión se entromete y la verdad es trabajosa y casi parece como que a veces se nos escapa de los dedos, a pesar de todo ello, lo más importante es esa confianza en la Iglesia.

    Por eso, creo que no tenemos que ser impacientes por solucionar todas las disensiones, porque ya nos une esa voluntad y esa confianza en la verdad de la Iglesia. Todo eso, poco a poco se irá solucionando seguramente, si Dios lo quiere y nosotros perseveramos juntos en el estudio de la verdad. Seamos conscientes de esa confianza filial que nos hace hermanos, que es un tesoro increíble con el que contamos; preocupémonos de seguir confiando cada vez más en la Iglesia, eso es más importante aún que estudiar o acertar efectivamente con la verdad.

    Hace poco me ocurrió con un amigo, que no está en la Asociación, que estuvimos dialogando sobre cómo entendíamos cada uno un punto de la doctrina que es dogma de fe. Creo que él lo entendía no del todo bien, porque parecía desconocer algunos pronunciamientos del Magisterio de la Iglesia. Y sin embargo, estoy seguro de que el quería creer lo que la Iglesia quiere que creamos, aunque, ya digo, creo que estaba un poco confundido. Me refiero a que disensiones así no nos deben extrañar, son normales, porque debido a la caída vivimos contaminados por la confusión, y la verdad es trabajosa. Aunque esas disensiones puedan parecer importantes, no nos deben impacientar ni indignar, debemos tratar de encontrar juntos la Verdad que la Iglesia nos ofrece tranquilamente, sabiendo que el demonio quiere dividirnos con disputas, porque le fastidia muchísimo nuestra coincidencia fundamental: la confianza en la doctrina de la Iglesia. Hagamos actos de confianza en la Iglesia y no nos preocupemos demasiado por esas insidias.

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  15. Mucho más importante sería que no tuviéramos clara la confianza en la Iglesia y que disintiéramos en algo por esa causa, aunque fuese un tema menor. Eso sí sería preocupante, y habría que ocuparse de solucionar, no ya la disensión sólo, sino -fundamentalmente- la falta de confianza en la enseñanza de la Iglesia.

    Espero haberme explicado bien...

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  16. Bueno, te has explicado muy bien y tienes toda la razón. Este tema en concreto (aunque sé que hablas en general) no me parece talmente una disensión, ni creo que le debamos dar mayor importancia.

    Lo que ocurre es que cuando surge un tema sobre el que surgen dudas, yo personalmente siento una gran necesidad de profundizar en él hasta clarificarlo por completo. No quiero tener opiniones, sino la verdad, y cuando me asalta la duda de si estoy equivocado, quiero clarificarlo rápidamente para liberarme cuanto antes de mi error. No quiero defender ni creer errores, y me alegro si alguien me lo hace ver, porque la opinion viene de la carne, y como estoy sujeto a la carne, estoy sujeto a la posibilidad de error. Me inclina al error mi concupiscencia, y debo estar atento con la ayuda de los demás.

    Por esto es muy bueno formar parte de una asociación como la nuestra, porque cuando uno defiende algo erróneo o dudoso, hay otra persona que, gracias a Dios, nos clarifica las cosas. No debemos tener ningún tipo de apego a opiniones personales y estar dispuestos a abandonar nuestra opinión al momento, si alguien nos muestra lo correcto. Esto es fuente de verdadero gozo, pues somos de carne, la carne se equivoca y tiene apego a sí misma, le cuesta la verdad, la corrección, así que es bueno que aceptemos que nos corrijan con absoluta naturalidad y alegría.

    Unas veces será uno quien esté en lo correcto, otras será otro, y siempre será así, porque el único inerrante es Cristo. La disensión es buena, en este sentido, si nos clarifica la verdad que debemos estar dfispuestos a acoger al momento. Sólo importa lo verdadero, lo demás... hay que desecharlo en cuanto lo clarifiquemos.

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  17. Yo estoy tranquilo, verdaderamente tranquilo, en nuestra asociación, porque sé que si sostengo error, otros me lo corregirán y podré liberarme de ellos. Y que si otros sostienen error, yo les saldré al paso y les ayudaré a liberarse de ellos.

    De hecho, este es uno de los objetivos de nuestra asociación, desde sus inicios.

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  18. Dices: "preocupémonos de seguir confiando cada vez más en la Iglesia, eso es más importante aún que estudiar o acertar efectivamente con la verdad"

    Bueno, esto es una verdad como un templo. Está clarísimo, lo han defendido los santos de todos los tiempos y forma parte de la "pedagogia de la sencillez" de la Iglesia.

    A mí lo que me ocurre es que no me quedo tranquilo cuando tengo duda sobre algo. Me asalta un deseo avasallador de clarificarlo, sólo pienso en echar fuera de mí mi error, o confirmarme en lo correcto, y me invade un deseo igualmente intenso de hacerselo ver a otros, de compartir con otros la verdad; me pongo a pensar insistentemente en el tema hasta que no me cabe ninguna duda y lo tengo asimilado. Si he errado, ya no quiero saber absolutamente nada de mi antigua opinión; si he visto lo correcto, profundido en él y adquiero un conocimiento más sólido.

    Te confieso que yo no soy capaz de esperar a que se clarifique, necesito entregarme al tema hasta que se libera, se descubre la verdad. Si no lo puedo resolver, lo entiendo como cruz y herida, y espero impaciente adquirir la luz que necesito, o que otros me la proporcionen.

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  19. El anónimo anterior soy yo, se me ha colado el mensaje sin mi nombre.

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  20. Si, en realidad no me refería a este tema, aunque también. Pero este es realmente una conversación de menor relevancia. Me refiero a diferencias en la interpretación de la doctrina que pueden tener mayor calado. Es bueno intentar clarificar todas las dudas, pero partiendo de la base de apreciar mucho la gran unidad en lo fundamental que tenemos, y es la voluntad de ser fieles y confiar en lo que Cristo nos enseña por medio de su Iglesia. ME refiero a que no nos extrañemos de las diferencias de interpretación, que tengamos un clima de confianza, que valoremos mucho esa unidad eclesial que tenemos. Es lógico que en un grupo aparezcan tensiones, diferencias de interpretación... estamos sujetos al desastre de la caída, y la voluntad de ser fieles a la Iglesia no nos evita del todo seguir un poco envueltos en la confusión. Sin embargo, nuestra unidad es firme en la fe de la Iglesia, y eso es valiosísimo. Eso es el único punto de apoyo que nos puede y nos debe permitir hacer frente a lo que el Señor nos demande, sea lo que sea.

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  21. No me refiero a este tema, me refiero a lo que seguro va a ir sucediendo cuando vayamos abordando temas doctrinales. Ha visto un ejemplo muy claro en esa conversación que tuve con un amigo.

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  22. Ya te entiendo. Y sí, es verdad. El deseo, la voluntad de fidelidad es la clave.

    Cor unum

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  23. Aprovecho también para poner aquí un párrafo de San Justino mártir, que es también una perla sobre la Eucaristía. San Justino, uno de los perimeros Padres de la Iglesia, era filósofo, fundó una escuela de filosofía cristiana en Roma, y murió mártir al no querer renegar de Cristo, en el año 165. Este texto, testimonio de la conciencia eucarística ya entre los primeros cristianos, es de su "Apología" (pto. 66). Dice San Justino:

    "Este alimento se llama entre nosotros Eucaristía, de la que a nadie le es lícito participar, sino al que cree ser verdad las cosas por nosotros enseñadas y se haya lavado con el lavatorio para el perdón de los pecados y la regeneración y viva del modo que Cristo nos enseñó. Pues no tomamos estas cosas como un pan ordinario o una bebida ordinaria, sino que al modo como Jesucristo nuestro Salvador, hecho carne por virtud del Logos de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación, así el alimento eucarístico, por virtud de la oración de la palabra que viene de Él, fuimos enseñandos que es la carne y la sangre del mismo Jesús hecho carne".

    Este texto me parece interesante, porque, como sabéis, los protestantes niegan la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Pero, desde el principio, la Eucaristía ya era tenida REALMENTE como el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, y no como un mero símbolo. La presencia real de Cristo en la Eucaristía nos viene confirmada claramente por la Tradición apostólica, que se remonta a los Apóstoles y de ellos a Cristo. A San Justino ya se lo enseñaron así, como él mismo testifica.

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