domingo, 15 de agosto de 2010

El dogma de la Asunción de la Virgen



Icono copto. Iglesia de San Menas. El Cairo.

(Este es el texto final redactado para el Ágape de oración del día 15.8.2010)

La Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al Cielo nos ha sido revelada por Dios. Así lo dijo Pío XII en su proclamación solemne de 1950, en la Constitución Apostólica "Munificentissimus Deus" ("Dios misericordioso"):"pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asumpta en cuerpo y alma a la gloria celeste".

La Escritura no nos cuenta cómo fue el final de la vida terrena de la Virgen María. Pero la Iglesia sí ha comprendido en ella la íntima y especialísima unión entre María y Cristo, entre el "sí" de María y la obra redentora de su Hijo, desde la Anunciación al Calvario, como profetizó Simeón:”y a ti, una espada te atravesará el alma" (Lc 2,35).

Además, sabemos que la Iglesia "no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado" (Catecismo, 82); la fuente de la Revelación comprende también la Sagrada Tradición, que está viva en la Iglesia, como se refiere en Dei Verbum, 8 (Constitución dogmática del Concilio Vaticano II): “Así Dios, que habló en otros tiempos, sigue conversando siempre con la Esposa de su Hijo amado [es decir, la Iglesia]; así el Espíritu Santo, por el que la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo (cf. Col. 3, 16)”.

Dice Col 3, 16: “La palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente, enseñándoos unos a otros con toda sabiduría, con himnos, salmos y cánticos espirituales, cantando y dando gracias a Dios en vuestros corazones”.

La Tradición se encuentra en aquello que la Iglesia enseña, vive y celebra, como se refleja en “Dei Verbum”, 8: “Así la Iglesia, con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree”.

Pues bien: La Liturgia dedica el 15 de Agosto a la Asunción de la Virgen ya desde el siglo VIII, y el desarrollo de esta fiesta, celebrada en Oriente y Occidente, es incluso anterior. En ella se reflejan algunos pasajes de la Escritura:

- "Levántate, Yavéh, y ven a tu morada, Tú y el Arca de tu majestad" (Salmo 131, 8; María es llamada "Arca de la Nueva Alianza", p. ej., en la letanías lauretanas).

- "¿Quién es ésta que sube del desierto apoyada sobre su amado?" (Cantar de los Cantares 8, 5). Recordemos que María es "asumpta" al Cielo (Asunción) porque el Señor la hace ascender; mientras que Jesús "ascendió" al Cielo por Sí mismo (Ascensión).

Por otra parte, tenemos el testimonio de los Padres de la Iglesia. Ya en el siglo IV, San Epifanio de Salamina, hablando de la Virgen, dice:

“Así pues, la zarza ardiente de la divinidad fue trasplantada a la tierra de los vivientes, en carne mortal, como de gloria a gloria”.

La Asunción en cuerpo y alma es támbién proclamada por muchos otros Padres de la Iglesia, entre otros, en el siglo VI por San Gregorio de Tours, en el VII por Timoteo de Jerusalem, Teotecno de Livia y Modesto de Jerusalem; en el siglo VIII por San Juan Damasceno, San Andrés de Creta, San Germán de Constantinopla, etc.

El Pueblo de Dios ha ido creciendo progresivamente en la fe en este misterio de la Asunción. Prueba de ello son los numerosos cuadros e imágenes de la Asunción de la Virgen, las numerosas advocaciones de la Virgen que se celebran el 15 de Agosto, los nombres propios de Asunción o Asumpta, el nombre de Asunción dado a poblaciones como la capital del Paraguay, el misterio de la Asunción rezado en el Rosario, etc.

Entre mediados del siglo XIX y mediados del XX, los sucesivos Papas recibieron miles de mensajes de obispos, sacerdotes y personas consagradas, y ocho millones de mensajes de fieles laicos que solicitaban la proclamación de este dogma.

Otro testimonio de la Tradición es la doctrina de numerosos teólogos acreditados, como muchos escolásticos y Doctores de la Iglesia (San Bernardo, San Antonio de Padua, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino -"doctor angélico"-, San Buenaventura -"doctor seráfico"-, el jesuita P. Suárez -"doctor eximio"-, San Roberto Belarmino, San Francisco de Sales, San Alfonso María de Ligorio, etc.).

Ya en la Edad Media, un primer documento del Magisterio proclamaba la Asunción de la Virgen. Se trata de una carta dirigida por el Papa Alejandro III en 1169, al príncipe de los selyúcidas, el sultán residente en Iconio, que quería abrazar el cristianismo. Dice esta carta, hablando de la Virgen María:

“… Emigró de aquí sin corrupción […] a fin de que Dios su Hijo cumpliera fielmente el antiguo mandamiento que en otro tiempo enseñó, a saber, honrar al padre y a la madre". (Denzinger, 748).

Finalmente, Pío XII quiso conocer el testimonio de toda la Iglesia, como se refiere en Munificentissimus Deus:

“… Como se trataba de cosa de tanta importancia y gravedad, creímos oportuno pedir directamente y en forma oficial a todos los venerables hermanos en el Episcopado que nos expusiesen abiertamente su pensamiento. Por eso, el 1 de mayo de 1946 les dirigimos la carta Deiparae Virginis Mariae, en la que preguntábamos: «Si vosotros, venerables hermanos, en vuestra eximia sabiduría y prudencia, creéis que la Asunción corporal de la beatísima Virgen se puede proponer y definir como dogma de fe y si con vuestro clero y vuestro pueblo lo deseáis”.

Cuatro años después, a fecha de 15 de Agosto de 1950, habían respondido 1.181 obispos, con sólo 22 respuestas negativas: seis por dudar de si esta doctrina estaba contenida en la Revelación, y el resto hasta 22 por no considerar oportuna la proclamación del dogma.
 
“Este «singular consentimiento del Episcopado católico y de los fieles» […] manifestó por sí mismo de modo cierto e infalible que tal privilegio es verdad revelada por Dios” (Munificentissimus Deus). 

El 1 de Noviembre de 1950, acompañado por el colegio cardenalicio, 700 obispos y una gran muchedumbre, Pío XII proclama el dogma de la Asunción antes referido, y que la constitución dogmática "Lumen Gentium" del Concilio Vaticano II proclama así, añadiendo la coronación  de la Virgen:

«Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asumpta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte» (Lumen Gentium 59, Catecismo 966).

“Es de esperar, además, […] que se ponga ante los ojos de todos de modo luminosísimo a qué excelso fin están destinados los cuerpos y las almas; que, en fin, la fe en la Asunción corporal de María al cielo haga más firme y más activa la fe en nuestra resurrección” (Munificentissimus Deus).

Algunos textos para consultar:
- Flecha JR, Stock K, Martínez Puche JA. "María, en la Biblia y en los Padres de la Iglesia". Edibesa.
- Luis Martínez. "Las Doce Estrellas de la Mujer del Cielo". BAC. 
- Santiago de la Vorágine. "La Leyenda Dorada".
- Andrés Pardo (director) y otros. "El Libro del Culto a la Virgen". Ortells.

 En fin, que la Asunción de la Virgen es una verdad como una catedral:
En la foto, la Seo de Palma de Mallorca, dedicada a la Asunción

 
 Pórtico de la Catedral de Palma de Mallorca, dedicada a la Asunción
 

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