"Noli Me tangere"
Este precioso icono, muy representado también en cuadros occidentales, se conoce con ese título, que reproduce las palabras de Jesús Resucitado a María Magdalena: "No me toques, que aún no he subido al Padre" (Juan 20, 17).
El otro día, con amigos comunes, estuvimos hablando de este tema. Como creo que como mejor se aprende es siguiendo los temas que nos interesan y permitiendo que el Espíritu Santo guíe nuestro aprendizaje, he querido aprovechar este tema, centrando tres asuntos que se pueden abordar de forma sencilla.
Voya usar la entrada sólo para plantear el tema central y las preguntas sobre las que podemos ir estudiando y contestando, partiendo como siempre, de la Revelación interpretada por el Magisterio de la Iglesia. Ésta es la "Regla" que está en la Tradición eclesiástica desde los primeros tiempos.
Pues bueno, la Resurrección de la Carne es dogma de fe. Es decir, resucitaremos con nuestro cuerpo; los cristianos no creemos sólo en la resurrección de las almas. La Resurrección de la Carne está en el Símbolo de los Apóstoles, el credo "corto" que rezamos en la Misa, y que es aún más antiguo que el "largo", el Credo de Nicea-Constantinopla.
Sobre esto, quiero plantear tres preguntas:
1. La primera es de significado: ¿cómo es el cuerpo de Cristo resucitado? ¿qué significa la "resurrección de la carne"? ¿significa que resucitaremos con nuestro mismo cuerpo, un cuerpo material, biológico? ¿o será un "cuerpo" espiritual pero no material?
2. La segunda es sobre escatología: ¿cuándo se dará la resurrección de los cuerpos, de la carne, que profesamos en el Credo? ¿al final de nuestra vida, al final de los tiempos, cuándo?
3. La tercera es de índole práctico. ¿Es recomendable incinerar los cadáveres de los difuntos? ¿Se debe hacer?
¿Qué nos enseña la Iglesia sobre todo esto? -si es que nos enseña algo. Pidamos a María Inmaculada, Trono de la Sabiduría, que nos alcance de Jesús la luz y el amor del Espíritu Santo que necesitamos para conocer la Verdad de la Iglesia sobre estos temas, y que esto sea de provecho para nostros y para aquellos a quienes el Señor quiere que ayudemos.
Cor Unum!
Pregunto -no lo sé-: ¿de quién es este cuadro sobre la Asunción?
Y ¿por qué -esto sí lo sé- decimos la "Ascensión" de Cristo y la "Asunción" de María?
Voy a empezar a responder a algunas cosas:
ResponderEliminarLa primera, que es importantísima, es cómo resucitó Jesús: en cuerpo glorioso. Esto significa dos cosas que son inasequibles plenamente al entendimiento, y que hemos de aceptar con la fe. Para una mentalidad que no acepta el misterio, son incompatibles, pero no para los cristianos:
1. Su cuerpo es un cuerpo real, material, capaz de comerse un pescado cuando sus apóstoles creen que es un "fantasma".
2. Su cuerpo está glorificado, tiene algo nuevo, que hace que a veces no sea directamente reconocible, que pueda entrar en una casa cerrada, etc. No tiene ya las limitaciones materiales.
Y no es un "nuevo" cuerpo, es su mismo cuerpo, existe una continuidad material entre el cuerpo que murió y el cuerpo que resucita. Por eso, sobre nuestra propia Resurrección, dice el Catecismo, citando el Concilio de Letrán: "todos resucitarán CON SU PROPIO CUERPO" y añade para que no haya duda de la materialidad y continuidad: "EL QUE TIENEN AHORA".
999 ¿Cómo? Cristo resucitó con su propio cuerpo: "Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo" (Lc 24, 39); pero El no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en El "todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora" (Cc de Letrán IV: DS 801), pero este cuerpo será "transfigurado en cuerpo de gloria" (Flp 3, 21), en "cuerpo espiritual" (1 Co 15, 44).
También creo que es muy importante tranquilizarse si esto no se comprende del todo. Decía John Wayne a un recluta novato que le contradecía y decía que él no veía ningún apache: "si los ves, es que no son apaches". Pues lo mismo: si entiendes esto del todo, es que te equivocas. Porque no es del todo aprensible al conocimiento. Lo dice el propio Catecismo:
1000 Este "cómo" sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe. Pero nuestra participación en la Eucaristía nos da ya un anticipo de la transfiguración de nuestro cuerpo por Cristo:
Así como el pan que viene de la tierra, después de haber recibido la invocación de Dios, ya no es pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos cosas, una terrena y otra celestial, así nuestros cuerpos que participan en la eucaristía ya no son corruptibles, ya que tienen la esperanza de la resurrección (San Ireneo de Lyon, haer. 4, 18, 4-5).
El cuadro de la Asunción es de Juan Martín Cabezalero. (alrededor de 1670)
ResponderEliminarLo segundo es cuándo sucede esto. La doctrina de la Iglesia es clara sobre esto: el alma no muere, el cuerpo muere y se unirá al alma al final de los tiempos, cuando Cristo venga de nuevo. Es decir, nostros morimos, y nuestra alma va directamente al Cielo o al Purgatorio -las de algunos, quiera Dios y nosotros que no las nuestras, irán al Infierno-. A esto se le llama "el juicio particular". Luego, al final de los tiempos, nuestro cuerpo, el mismo que teníamos, se reunirá con nuestra alma para el Juicio Final, que será público y todo quedará a la luz.
ResponderEliminarEsto -cuándo será la resurrección de la crane y qué hace el alma mientras tanto- se dice en varios puntos en el Catecismo, pero donde mejor resumido y sintetizado está, creo yo, es donde el Catecismo cita el "Credo del Pueblo de Dios" de Pablo VI, que acabo de encontrar y que es una maravilla. Voy a citar completo un fragmento que viene citado también en el Catecismo:
28. Creemos en la vida eterna. Creemos que las almas de todos aquellos que mueren en la gracia de Cristo —tanto las que todavía deben ser purificadas con el fuego del purgatorio como las que son recibidas por Jesús en el paraíso en seguida que se separan del cuerpo, como el Buen Ladrón— constituyen el Pueblo de Dios después de la muerte, la cual será destruida totalmente el día de la resurrección, en el que estas almas se unirán con sus cuerpos.
29. Creemos que la multitud de aquellas almas que con Jesús y María se congregan en el paraíso, forma la Iglesia celeste, donde ellas, gozando de la bienaventuranza eterna, ven a Dios, como Él es[33] y participan también, ciertamente en grado y modo diverso, juntamente con los santos ángeles, en el gobierno divino de las cosas, que ejerce Cristo glorificado, como quiera que interceden por nosotros y con su fraterna solicitud ayudan grandemente nuestra flaqueza [34].
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Ésta cita final, la 34, corresponde a la Constitución Dogmática "Lumen Gentium", del Concilio Vaticano II.
Muchas gracias, David. Me parece un cuadro precioso.
ResponderEliminarAhora voy a comentar una opinión particular mía sobre cómo estarán nuestros cuerpos en el Cielo. Puesto que serán cuerpos glorificados, no sometidos a las limitaciones, creo que en nuetsro cuerpo estarán presentes todos nuestros estados temporales, nada lo impide. Fijaos en María, que ya está en el Cielo en Cuerpo y Alma: A veces se aparece con el Niño Jesús en brazos; otras, embarazada; otras, Ella "sola" -aunque nunca está realmente sola, porque está llena del Espíritu Santo-. María en el Cielo, yo creo que vive plenamentecomo vivió cuando llevaba a Jesús en su seno, y cuando le tenía pequeñito en sus brazos, y cuando estaba ella sola. Y creo que así viviremos nosotros.
Por otra parte, creo que las limitaciones de los que han sufrido enfermedades, ya nos erán limitaciones, todo lo contrario, serán motivo de mayor gloria. No creo que sea casualidad que la piedad popular represente muchas veces a los mártires con el daño de su martirio, como se representa a Jesús Resucitado con las llagas. ¿Por qué a veces se muestra Jesús con las llagas una vez Resucitado, como sucedió ante Tomás ("trae acá tu dedo")? Porque esas llagas dan gloria a Dios. La mayor gloria a Dios es lo que cuenta en el Cielo. Allí veremos que un cáncer es para mayor gloria de Dios, que aquél han que han martirizado por Cristo es para mayor gloria de Dios, que aquellos cuyo cuerpecito murió como embrión por el aborto, natural o provocado, en el Cielo eso es motivo de gloria. Todo lo que el demonio destroza con su odio de nuestros cuerpos, con la violencia o la enfermedad, allí será nuestra corona. Eso creo yo, y me parece que es bastante consonante con la doctrina cristiana; si en algún punto se desvía, inmediatamente lo desecharé.
Aunque no pega del todo, el último verso de este poema de Quevedo, si lo imaginamos referido al amor a Dios, refleja perfectamente lo que es el cuerpo muerto de un cristiano:
ResponderEliminar"Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;
Mas no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:
Su cuerpo dejará no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado".
Cuando, tras la muerte, sube al Cielo, el alma está con Dios, y el cuerpo, podrá verse reducido a cenizas, pero será ya "polvo enamorado" hasta el postrer día, en el que el cuerpo se recompondrá por el poder de Dios para reconstituir "el mismo cuerpo, el que tenemos ahora" (recordad el IV Concilio de Letrán), que se unirá al alma y se re-comprondrá la plenitud a la que todos estamos llamados.
Para abundar en esto, ¿os habéis fijado en la inscripción que hay en la puerta del Cementerio de Cádiz? (por cierto, sería interesante saber qué significa "cementerio", y qué significado cristiano tiene la inhumación o enterramiento).
Bueno, pues reza esa inscripción: "Vaticcinare de ossibus istis Ez XXXVII IV"
Significa: "Profetiza sobre estos huesos" (Ez 37,4)
Y este es el pasaje completo de Ez 37, 1-10 :
"1. La mano de Yahveh fue sobre mí y, por su espíritu, Yahveh me sacó y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos.
2. Me hizo pasar por entre ellos en todas las direcciones. Los huesos eran muy numerosos por el suelo de la vega, y estaban completamente secos.
3. Me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán vivir estos huesos?» Yo dije: «Señor Yahveh, tú lo sabes.»
4. Entonces me dijo: «Profetiza sobre estos huesos. Les dirás: Huesos secos, escuchad la palabra de Yahveh.
5. Así dice el Señor Yahveh a estos huesos: He aquí que yo voy a hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis.
6. Os cubriré de nervios, haré crecer sobre vosotros la carne, os cubriré de piel, os infundiré espíritu y viviréis; y sabréis que yo soy Yahveh.»
7. Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras yo profetizaba se produjo un ruido. Hubo un estremecimiento, y los huesos se juntaron unos con otros.
8. Miré y vi que estaban recubiertos de nervios, la carne salía y la piel se extendía por encima, pero no había espíritu en ellos.
9. El me dijo: «Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu: Así dice el Señor Yahveh: Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan.»
10. Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; revivieron y se incorporaron sobre sus pies: era un enorme, inmenso ejército".
Contemplado esto, esta grandeza del poder de Dios, podemos pensar lo que ocurre con nuestro cuerpo después de la muerte. En Cristo o en María, cuyos cuerpos no conocieron la corrupción, nos es fácil creer que su cuerpo se reunió con su espíritu y resucitó. Para un pensamiento mundano, esto parece más difícil si lo único que quedan son huesos -¡qué más dará a la Omnipotencia de Dios!-. Y para ese mismo pensamiento mundano, si en vez de huesos lo que quedan son cenizas esparcidas y remezcladas, la resurrección de la carne parece imposible. Claro, eso es una tontería. Dios es muy capaz de buscar cada átomo del cuerpo con el que vivimos, y volverlos a reunir, dándole a la vida de ese cuerpo una continuidad total. Alguno puede decir: pero ese átomo ya se ha mezclado en la naturaleza, o incluso "ha pertenecido a otros cuerpos", "¿de quién será ese átomo?" Esa pregunta recuerda a otra que le hicieron a Jesús: "de quién será esa mujer en la otra vida si enviudó y se casó sucesivamente con siete maridos". ¿Y qué respondió Jesús?:
ResponderEliminar- "No conocéis las Escrituras ni el poder de Dios". (Mt 22, 29)
No lo dudemos: por mucho que nuestro cuerpo se reduzca a cenizas, fertilicen el campo, entren a formar parte de plantas, sean comidas por animales, estos por otros, por hombres, y les pasen mil visisitudes y se disuelvan absolutamente, nuestro cuerpo se recompondrá en la resurrección del último día, y resucitaremos con un cuerpo glorioso como el de Jesús y como el de María, por la Omnipotencia de Dios. "Nuestro mismo cuerpo, el que tenemos ahora" (Concilio IV de Letrán).
Desde el punto de vista objetivo, creo que una buena pregunta es: ¿tratamos a los cadáveres de nuestros difuntos con esa dignidad que supone no ser mera materia inanimada, sino su cadáver, que espera la resurrección de la carne?
ResponderEliminar¿Nos fijamos en cómo venera la Iglesia las reliquias de los mártires y santos? ¿Podemos aprender algo de eso?
Porque, desde el punto de vista objetivo, lo importante -creo yo- es que respetemos ese cadáver que espera la resurrección de los muertos, y lo tratemos con honor y dignidad.
Pero, como no somos espíritus puros, sino que vivimos insertos en una cultura y en la Iglesia, no sólo nos vale lo objetivo, sino que los signos -subjetivos- son fundamentales para expresar y asimilar lo objetivo. Y ese respeto y honor se integra en una cultura y una tradición, cuyos significados hemos olvidado porque no nos han sido transmitidos, y podemos recordar, porque son nuestras raíces, la herencia que nos corresponde.
Fijémonos en lo que hace la Iglesia con el cadáver del difunto, que no es materia inanimada, sino un cuerpo exánime, -como no es lo mismo inexistencia que ausencia-. Fijémonos en eso, porque es lo que hizo María y lo que hiciron sus acompañantes con el Cuerpo de Jesús: se le toma con cariño y la Iglesia lo coge en sus brazos en el funeral -que se celebra con el cuerpo presente-, como María cogió a Jesús en la escena tantas veces representada de la Piedad, mostrándonos a todos su Cuerpo exánime (¡qué maravillosamente se representa esto en la película de La Pasión!). Ese cuerpo es incensado, preparado por la Iglesia, por su Madre y sus familiares para la sepultura. Es cargado por sus amigos; aquellos que amaron y ofendieron al dfunto, como aquellos amaron y ofendieron a Jesús, ahora llevan su cuerpo, y todos se unen espiritualmente a esa carga terapéutica, que sana con su peso las heridas de la vida y de la muerte. Finalmente, abren la puerta del sepulcro, la tumba, el nicho, y la cierran despidiéndose de ese cuerpo hasta la Resurrección. La piedad ha añadido una inscripción con el nombre, el mismo que está escrito en el Libro de la Vida, y esa es nuestra mayor alegría, y se añaden también palabras y símbolos que reflejan nuestra esperanza. Allí podremos ir cuando queramos renovar plenamente, con el signo visible de la visita, nuestra fe y nuestra esperanza en la resurrección del cuerpo y el alma, que no es una fe y una esperanza abstracta, si no que se concreta en la resurrección del cuerpo y el alma de esos seres queridos, con su nombre y su historia.
ResponderEliminarAunque la cremación no es intrínsecamente mala, muchas de estas cosas se pierden con ella. Si -por lo que fuera- tuviéramos una tradición de cremación, habríamos desarrollado signos que la acompañaran y la cristianizaran, como hace la Iglesia con todas las costumbres. Pero, primero, la cremación es un símbolo no tan bueno para nuestra fe como la inhumación y, segundo, la cremación ques e practica está tan descargada de simbología -no sólo cristiana, sino de todo tipo- que más parece una ceremonia nihilista. Eso, cuando no se dispersan "en la naturaleza" y se convierte en una ceremonia panteísta "New Age".
Perdonadme, estoy monopolizando esto, pero ¿y lo que estoy aprendiendo...?
Perdona que no comente nada de este tema que tan acertadamente has explicado.
ResponderEliminarQuisiera hacer notar un detalle del cuadro de Cabezalero que a mí me llama la atención. La Asunción significa que María es llevada a los Cielos por la fuerza del Espíritu, es subida, no sube ella por su propia fuerza, como Cristo, que asciende, porque es Dios. María no asciende por sí, es llevada al cielo por Dios. Pero es impresionante cómo en este precioso cuadro, María parece que realiza movimientos de colaboración, que aun siendo innecesarios, agradan más a Dios y realzan la virtud sobrenatural del sí, de la cooperación: la torsión del cuerpo, y el movimiento de sus brazos y piernas, refleja cooperación gratuita. Las manos en oración y su semblante hacia Dios. Es cooperación total, más allá de la vida y de la muerte. María cooperaba aun sin ser necesario, porque su sí era tan grande y generoso, que aun cuando no hace falta decir sí, lo dice con todo su cuerpo y con toda su alma, por puro amor a la Voluntad divina.
Y quiero decir que no era necesaria su cooperación física en el sentido de que sólo la potencia divina podía elevarla al Cielo.
ResponderEliminarEs verdad. La corredención de María es un tema que nos enseña mucho. Otro que podríamos tocar algún día es el de nuestra propia participación en la redención, ese "poner lo que falta a la cruz de Cristo" que dice San Pablo. Necesito aprender más de lo que la Iglesia nos enseña sobre eso.
ResponderEliminarBueno, volviendo a la cristiana costumbre de la inhumación, otra razón para aconsejarla es que el enterramiento es un buen signo de la siembra de la semilla (1 Cor 15, 42-44):
Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán incorruptibles;
se siembran cuerpos humillados y resucitarán gloriosos; se siembran cuerpos débiles y resucitarán llenos de fuerza;
se siembran cuerpos puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo puramente natural y hay también un cuerpo espiritual.
Históricamente, se dio un problema con la cremación. Y es su extensión en occidente proviene de ateos franceses, que la empezaron a promovera finales del s XIX, como signo de desprecio de la fe en la resurrección. Y más recientemente, para el panteísmo New Age es un signo de disolución del ser humano en el "todo". Para el panteísmo, la persona deja de ser con la muerte, se trata de una disolución en ese ídolo cósmico. Para los cristianos, la persona se une a su Creador pero sin restar un ápice a su individualidad, sin dejar de ser ella, es más, encontrando en Él su propia plenitud. Por eso la "disolución" no es un buen signo. Por otra parte, la disolución del cuerpo humano en la naturaleza parece un signo de la primacía final de la naturaleza sobre el hombre, cuando los cristianos sabemos que es la naturaleza la que está hecha para el hombre.
Bueno, esto ya eran opiniones mías. Pero para no quedarme en opiniones, voy a escribir la doctrina de la Iglesia al respecto:
En el apartado "EL RESPETO A LOS MUERTOS", el Catecismo dice:
2300 Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto y caridad en la fe y la esperanza de la resurrección. Enterrar a los muertos es una obra de misericordia corporal (cf Tb 1, 16-18), que honra a los hijos de Dios, templos del Espíritu Santo.
2301...La Iglesia permite la incineración cuando con ella no se cuestiona la fe en la resurrección del cuerpo (cf CIC can. 1176, § 3).
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La inhumación se alaba, la incineración se permite. Se puede encontrar un fundamento más extenso en la Instrucción del Santo Oficio "Piam et constantem", de 1963 (Pío XII). He encontrado un buen resumen en la Gran Enciclopedia Rialp: http://www.canalsocial.net/ger/ficha_GER.asp?id=12259&cat=varios
Eso sí, yo creo que, cuando se practique la incineración, se debería hacer lo posible para que las cenizas sean tratadas con el respeto y la dignidad que merecen, y que no se pierdan los signos con significado cristiano.
enhorabuena , nos interesa un monton
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